viernes, 5 de octubre de 2012

CAPITULO 8.

Diez de la mañana. Laura lleva aproximadamente dos minutos llamando a la puerta de la habitación sin parar. Laia se levanta, se pone una sudadera sobre el pijama y se dirige a abrir a la pequeña insistente. 
 -¡Laia! ¿Es que no me has oído llamar?
 -Mm... no estoy muy segura - dice irónica mientras invita a su prima a pasar a la habitación haciendo un gesto con la cabeza.
 -Pues, es que queda solo media hora para que acabe el desayuno, ¿sabes?, ya no quedará nada del bofét.
 Laia suelta una carcajada y se mete en el baño. Tras cinco minutos sale de él ya vestida, y se acerca a la puerta para cojer la tarjeta-llave del hotel. 
 -Vamos, Laura.
 -¿Al bofét?
 -Sí, vamos al bofét. - dice exagerando esta palabra.

 Una hora después, en la estación de autobuses de la ciudad. 

Arturo ya ha comprado el billete para ir a la playa. Después, tendrá que llamar a Marta para que le explique bien donde está el hotel de Laia, al que van todos los años, porque seguro que ella ha ido con su mejor amiga alguna vez.
Falta media hora para que salga el bus, así que,para hacer tiempo, a Arturo se le ha ocurrido buscarle un detalle a Laia en alguna tienda de la estación. 
Ve dos posibles opciones: un osito de peluche gris y sonriente, del tamaño aproximado de una revista o un cuaderno A4, que sostiene un corazón rojo entre sus manos; y el libro de A tres metros sobre el cielo. Sabe que ella ha visto todas las películas de esa tetralogía en italiano, y la primera y segunda parte en español, pero no tiene los libros. Siempre le decía que quería comprarlos, por que dicen que la historia siempre es más bonita en el libro que en la película, pero que los libros hoy día son muy caros. Se decanta por el oso de peluche, pero piensa que es muy grande para llevarlo en la maleta, por lo que elige otro igual pero de menor tamaño y lo compra junto con el libro. 
Faltan siete minutos para la salida del autbús, así que sale de la estación y va al andén que le corresponde al autobús número doce. Deja su equipaje en el maletero, y sube al autobús con el billete en la mano.

Dos menos cuarto, en la playa La pesqueta.

Se dirigen a el hotel. Han pasado la mañana tomando el sol, jugando a las palas,  leyendo revistas y jugando a las cartas; se lo han pasado realmente bien. 
Laura sigue jugando con una pequeña pelotita verde de goma. Tropieza en un escalón y la bola rueda asta el sofá que está en recepción, y un niño pequeño, de uno o dos años, la coje y se la mete en la boca. La niña corre a rescatar su pelota de las babas de aquel pequeñajo, y su hermana mayor va tras ella.
Laia se queda sola con las dos bolsas de playa. De repente una voz le llama desde la parte principal del jardín del hotel, la que queda frente a ella, que está sentada en un banco al lado de la puerta que da a la recepción. Es Héctor. 

Laia está en su habitación; se está dando una ducha. Ella y Héctor han hablado durante un rato, le ha dicho que quería enseñarle algo en la playa, y han quedado allí dentro de quince minutos. 

En ese mismo momento, en otro lugar de esa misma ciudad.

Arturo acaba de pisar el suelo después de dos horas y media de viaje en autobús.
Dos chicas muy guapas, que iban sentadas en el asiento paralelo, observan un mapa muy detenidamente y con cara de desorientación. Una de ellas se le acerca.
 -Perdona, ¿sabes cuál es la playa de la Pesqueta, o algo así? Es que andamos un poco perdidas.
 -Bueno, la verdad es que yo también, ¿queréis que demos una vuelta por aquí, a ver si encontramos algo? -no lo hace queriendo, pero a medida que va terminando sus frases se da cuenta de que eso ha sonado un poco insinuante.
 -Claro, vamos.
Los chicos se ponen en marcha. Una de las nuevas compañeras de Arturo, sin que él lo vea, le hace un gesto a su amiga con la mano, primero le señala a él, luego se apunta con el dedo a si misma, y después saca la lengua.
Llegan a la playa, a unos diez metros, ven un bar con unas letras en el toldo; se llama igual que la playa que están buscando, así que deciden asentarse allí.
Sacan sus toalla, las estiran en la arena, y se sientan allí, a comenzar una conversación que a lo largo de la tarde, será más importante de lo que ellos piensan, y dará qué pensar a algunas personas importantes para nuestros jóvenes amigos.


viernes, 31 de agosto de 2012

CAPITULO 7.

   A llegado al hotel y a ido directamente a su habitación. Ni si quiera ha pasado por la habitación de sus padres para avisarles de que ya ha llegado. Está hecha un lio. No sabe qué pensar... o más bien, en qué estaría pensando. Exacto, ¿en qué estaría pensando para dejar que ese estúpido de Héctor me besase?, medita para sí misma. Bueno, realmente, él no tiene la culpa. Pero es que ¡lo ha fastidiado todo!. Con el tiempo que llevo esperando que Arturo me digas 'eso', ahora va ese 'eso' y llega en el peor momento. ¿Qué estoy diciendo? No soy una de esas chicas que coleccionan a los tios 'a los pies de su cama', como dice esa canción de pereza. Ríe al pensarlo. Y su movil, con el que estaba jugueteando, y aquel que hacía piruetas sobre sus manos desde el momento en que se tumbó en la cama, cayó haciendo un triple mortal sobre sus partes mas íntimas. Cincuenta puntos de bonificación. 
   En ese momento la nube en la que se encontraba sumergida, se esfuma. Se incorpora para cojer el movil que ha caído entre sus piernas. Al observar la pantalla, ve que sin querer ha desbloqueado el móvil, y aparece en ella una imagen. Fue la que él le envió el día de su cumpleaños, exactamente a las doce de la noche, y que se hicieron unos días antes en un parque de la ciudad. En la foto están ellos dos juntos; Arturo sentado en el césped, y Laia detrás suya, apoyando la cabeza en el hombro del que entonces parecía su chico, dejándo que él la mirase mientras ella le abrazaba. La había editado y ponía 'FELICIDADES' en letras grandes y de colores. Fue el primero en felicitarle. Y luego le regaló ¿Sabes que te quiero?. Siempre que lo recuerda, se pregunta si fue algún tipo de indireta por su parte, pero no lo cree, aunque, sinceramente, ahora no la considera una idea tan descabellada. 
   De repente le han entrado unas ganas inmensas de hablar con Arturo, con su Arturo; y escuchar su voz, abrazarlo, besarlo... le quiere muchísimo. No lo piensa dos veces; marca el número ocho y presiona el botón verde. Tiene guardado su número en la marcación rápida. Sonríe al recordar por qué eligió ese número, y no otro. 
-Mierda... -dice Laia para sí, pensando que iba a saltar el buzón de voz. Pero aunque tarde, Arturo lo coje, y la oye.
-Vaya... Por lo visto no te alegras de hablar conmigo.
-¡Arturo! ¡Hola! No, perdona, es que pensé que eras el contestador.
-Ah, ¿sí? ¿Es que mi voz se parece a la esas señoritas? Le atiende el contestador del... -dice imitádo a uno de ellos. Laia ríe.- Me alegro de hablar contigo.
-Yo también. Y mucho.
-¿Leiste mi mensaje?
-Eh... sí, claro. Hablando de ese tema... ¿querías decirme... algo?
-Esto...sí, de eso me gustaría hablar contigo. Pero la verdad es que prefiero hacerlo en persona. Como te dije, es importante.
-Ah, de acuerdo. -Laia intenta hacerse la dura, pero tras unos segundos, desiste- ¿En serio me vas a dejar así, con la intriga? -Arturo ríe. Tiene una risa muy bonita y contajiosa. 
-Sí, lo siento. Pero es que las cosas no son lo mismo cuando se dicen a alguien mirándole a la cara. Y menos, si es una tan bonita como la tuya. -Se oye de fondo a una mujer que grita el nombre de Arturo, y este responde que enseguida va - Laia, me tengo que ir.
-Sí, ya lo he oido. -Más risas- Bueno pues... hasta... ¿mañana?
-Ok, mañana te llamo. ¿Cuándo vuelves?
-Perfecto. Creo que... el domingo por la tarde. Supongo que después de comer, si no hay cambio de planes.
-Vale, pues si no hablamos mañana, el domingo te llamo y nos vemos, ¿ok?
-¡Claro! Pero aún así, llamame mañana, ¿no? - termina, poniendo una voz un poco melosa. Él ríe.
-De acuerdo. -Responde feliz- Oye, me tengo que ir. Adiós, Laia.
-Ok, adiós, Arturo. 
-Eh, Laia.
-¿Sí?
-Te quiero.
-Y yo.
-Buenas noches, un besito. - Y él es el primero en colgar.
  
    'Es lo mejor', piensan los dos, cada uno en su respectiva cama. Arturo cree que sería una buena idea darle una sorpresa. Pero tampoco sabe cuál. ¿Una cena romántica?, ¿una visita inesperada?, ¿un regalo?... ¿una vista inesperada? Sí. Le gusta esa idea. Y a ella también le gustará verlo otra vez. Sí, decidido. Mañana cojerá un bus a aquella playa para verla y darle una sorpresa. ¿Y si le lleva un regalo? Bueno, lo primero sería averiguar cuál es esa playa, y donde está. Luego sacará el billete por internet e irá a verla lo antes que pueda. Sí, ese es el plan.
   
  Laia está en la cama todavía. Acaba de recibir un mensaje. Lo abre y lo lee. Héctor tiene una sorpresa para ella. Pero la verdad es que no está para sorpresas. Solo estás para Arturo. O por lo menos ahora mismo. Aunque en realidad, tiene cierta curiosidad por saber cuál es la sorpresa, porque Héctor no tiene pinta de ser muy detallista ni romántico; al contrario que Arturo. Es el más romántico, detallista y sorprendente del mundo. 
  Mañana tiene que estar a las doce en la playa. Y allí estará. Lo que no sabe, es que en esa playa, en la que conocerá una nueva faceta del chico del que está enamorada, también dos personas desconocidas dejarán de serlo.







miércoles, 22 de agosto de 2012

CAPITULO 6.


  Laia se queda mirando el móvil durante unos segundos más. En realidad ya ha leido el mensaje completo, simplemente está pensando qué será lo que Arturo le ha contado a Marta, pero no quiere que Héctor sospeche nada, así que decide fingir que está leyendo. 
  - ¿Hooolaaaaa...? - El chico intenta llamar la atención de Laia. Héctor se ha dado cuenta de que no está leyendo. Está como embobada mirando la pantalla de su teléfono móvil - ¡Laia!
  A continuación pasa la mano repetidas veces entre la cara de su "amiga" y la pantalla de su móvil, para ver si reacciona.
  -Ah, sí, lo siento, estaba leyendo un sms que me ha enviado una amiga.
  -Mm... - Héctor se pone una mano en la barbilla y hace como si estuviera pensando - ¿una amiga...? 
  -Sí, una amiga. Mira - le dice mientras le enseña la parte que no ha tapado de la pantalla de su móvil, en la que aparece el nombre de Marta - ¿Lo ves? Es una amiga. 
  -Va, pero tampoco pasaría nada si fuera un "amigo", eh, que a mi... no me importa.
  -Pues claro que no pasaría nada. Pero por suerte para ti, no lo es.
 Laia le guiña un ojo tras decir esto. Héctor la mira asombrado, parece que al final va cogiendo más confianza.
 
Acaban de llegar al hotel, Laia está a punto de pasar por la puerta giratoria que introduce a la recepción del hotel, pero se para al ver que Héctor le sigue.
-   Pero, ¿qué haces?
-  ¿Yo?, pues… seguirte, ¿no? Como llevo haciendo desde que nos marchamos de la playa.
-  Ah… pues… no lo hagas. Me voy  – y tras esas palabras, se gira, y vuelve a caminar hacia la puerta giratoria, mientras se despide con la mano, dándole la espalda a Héctor.
-  ¡No!, espera Laia. Aún no me has dicho si me crees o no
-  Considérate afortunado por haberme podido acompañar hasta aquí. –Dice bromeando, tratando de retener una carcajada. Héctor se alegra al oír aquello. Sabe que en el fondo le cree, le comprende, y lo más importante: le ha caído bien, y a conseguido, más o menos, hacerse un hueco en su corazón; ya sea como amigo, o como algo más. Pero eso ahora no le importa.
-  Entonces, ¿eso significa que me crees? Te dije que lo harías. ¿Quedamos mañana?
-  Eh, ¡no te emociones, chaval! – le da un puñetazo sin fuerza en el hombro.  
Cuando se quiere dar cuenta, está casi pegada a él. No sabe cómo ha llegado allí. Mira a Héctor y ve en sus ojos la intención de besarle. Se acerca a él, haciéndole creer que va a recibir otro beso en los labios. Pero esta vez, no se sale con la suya, Laia le da un beso en la mejilla y se aleja un poco, sonriendo pícara.
-  Adiós, ya nos veremos.
-  Hasta luego, Laia. ¡Me lo he pasado muy bien hoy contigo!
   Trata de alzar la voz, porque ella ya está dentro del hotel, y también intenta que Laia entienda que lo que ha dicho, va con segundas, pero no lo ha oído. Se alegra al notar que no se ha enterado de aquello, porque pasados unos segundos, piensa que aquello era una mala idea. Seguramente, le habría dado otro “puñetazo”. Sonríe al pensar en aquel golpe, y en la cara de niña pequeña que ella puso mientras se lo daba.  
  En cuanto ha pasado la recepción, mira hacia atrás para asegurarse de que Héctor ya no la ve, y saca su teléfono móvil. Busca entre las últimas llamadas hasta encontrar a su amiga y pulsa el botón verde. Tras dos “bips”, Marta responde.
-  ¡¿Pero dónde te habías metido?! Te he llamado como unas… ¿mil veces? Ah, no, ¡tan solo han sido tres mil! –risas a ambos lados de la línea-
-  ¡No exageres! Solo me has llamado… -mira rápidamente la parte superior de la pantalla del móvil. Siete llamadas perdidas. – siete veces.
- ¿Sólo? Menuda caradura estás hecha.
-  Lo sé – dice mientras ríe – Bueno, ¿qué era eso tan importantísimo que tenías que contarme?
- He hablado con Arturo.
-  Ya lo sé, eso ya me lo has dicho.
-  ¡Ay, pero déjame terminar!
-  Perdona, perdona. Sigue.
-  Me ha dicho que fue a tu casa a buscarte porque tenía algo muy importante que decirte, pero que no estabas. Yo ya le he explicado que estás ahí en la playa con tu familia. Laia, Arturo me ha dicho que te quiere.
Laia no sabe que decir. Su amiga la acaba de dejar… ¡puff! Cómo describirlo. Y ahora, ¿qué?. Y encima ha besado a Héctor. Se siente mal, muy mal. Pobre Arturo.
 -¿Laia? ¿Sigues ahí?
-¿…Eh?, sí claro, dime.
-¿Cómo que ‘dime’? ¿Me has oído? ¡Arturo te quiere! ¿No estás contenta?
-Claro, sí, muy contenta. Es genial – dice sin demasiado entusiasmo.
-Pero… eso no es todo. Me ha dicho algo más. Pero eso ya lo descubrirás cuando llegues y hables con él.
-Ok. Oye, Marta, estoy muy cansada. Mañana hablamos. Un beso.

viernes, 3 de agosto de 2012

CAPITULO 5.

 Ninguno de los dos sabe lo que está haciendo en ese momento. Laia está desconcertada, pero la verdad es que se moría por ese beso.
 Cuando reacciona,  lo aparta suavemente, y aunque él se resiste un poco, al final cede. Se miran a los ojos. En sus miradas se pueden ver incertidumbre, desconcierto, pasión, y en cierto modo, arrepentimiento.
  -Hey... - dice Héctor mientras eleva por la barbilla la cabeza de Laia, la cual miraba al suelo - De verdad que... lo siento, no... no sé lo que me ha pasado... ha sido sin querer y...
  -¿Sin querer? - le interrumpe ella,cabreada - Quieres decir que no querías besarme, ¿verdad? Y entonces, ¿por qué lo has hecho?
  -No, verás, yo no me refería a eso, claro que quería besarte y por eso lo he hecho, pero quería decir que no debería haber...
 Llegado ese momento Laia no sabe qué pensar, va a decirle que no debería de haberla besado, que todo ha sido un error, ¡con lo que ella había esperado ese beso! Así que, tal y como hizo él, sin pensarlo más, ni dejarle terminar la frase que tan pocas ganas tiene de escuchar, lo besa apasionadamente, tratando de evitar que se note esa angustia que realmente está sintiendo, por dos simples razones: la posibilidad de se la causante de la ruptura de una pareja, y besar a un chico que cree que no lo desea.

 Héctor es ahora el que la aparta de sí, pero al contrario que ella, él lo hace con suavidad, con cariño. La mira a los ojos intensamente, e intenta averiguar qué es lo que está pasando por su mente en ese instante, pero no es capaz de adivinar ni un solo pensamiento que realmente crea posible. No sabe por qué razón lo ha hecho, pero aunque le cueste admitirlo, le ha gustado.
 Ambos siguen mirándose, esperando que o uno u otro diga algo, o los saque de alguna manera de esa situación tan incómoda. Afortunadamente, el móvil de Héctor suena. Tan solo se han oído dos bips, por lo que ella supone que es un mensaje. Ésta mira enfrente, hacia el bolsillo de su pantalón, esperando que coja de ahí su móvil y aparte de una vez la mirada de sus ojos, pero él no lo hace.
  -¿No lo vas a mirar? Venga, hazlo, sé que lo estás deseando, y además, no me importa. Seguro que es ella...
  -¿...Ella? - no se acordaba ya. Carla. Ahora que lo piensa, no le extrañaría nada que fuera un SMS suyo, no han hablado  en toda la mañana - Ah, claro... Carla.
  -Así que Carla, ¿no? Es un nombre muy bonito, seguro que es muy guapa.
  -Sí, lo es - Laia está intentando sacar un tema de conversación, pero esa no ha sido la mejor de las ideas. ¿Por qué no podía hablarle del tiempo? con lo típico que es... ahora, encima de todo, tiene que escuchar lo guapa que es Carla, Carla la perfecta - Pero no más que tú.

 ¿Pero de qué va éste? No aguanta más, quiere soltarlo todo de una vez, decirle que le odia, que le odia y a la vez le quiere, que aún no ha perdido ese sentimiento que descubrió el año pasado, que aún le ama. Pero no puede, debe poner fin a aquello antes de que resulte un problema grave para él y para Carla la perfecta. 
 -Héctor, basta ya, por favor. Sabes que me gustas, que habría estado dispuesta a todo esto y más, a intentar de nuevo lo nuestro... Pero tú tienes novia, y yo... yo no pinto nada aquí. - Laia empieza a caminar hacia al frente, y unos metros más alante, se gira y mira a aquel chico que no ha parado de seguirla. -Adiós, Héctor.
   Entonces, y tras las palabras de Laia, Héctor se frena. Pero no se da por vencido.
 -¡Laia, espera! Dáme tiempo, por favor, sé que tú habrías estado dispuesta, pero yo lo estoy, lo estoy ahora  mismo. - Laia para de caminar, y se gira sin levantar su mirada del suelo. El viento le alborota el pelo - Las cosas con Carla no van nada bien, la verdad, y pensé que para hoy, ella y yo ya no...
 -¿Eso qué significa?, ¿que me tienes como segundo plato?, ¿que solo querrías estar conmigo si ella te dejase? ¡Adiós, Héctor!
 -¡No! ¡espera! déjame que te lo explique. No eres segundo plato de nadie, o al menos mío. Por favor, déjame que te acompañe al hotel y de camino hacia allí te lo explico todo. Solo serán quince minutos. Y si no me crees, me lo dices y no volveré a molestarte más. Te lo prometo.
  -Héctor, no creo que sea lo mejor, enserio.
  -Venga, Laia, por favor. ¡Ni siquiera vas por la dirección correcta! Va, te acompaño, ¿de acuerdo?
Laia lo piensa durante unos segundos, sigue creyendo que sería mejor volver sola. Pero lo ha prometido, y además tiene razón, se ha equivocado de dirección, ¡qué vergüenza!
  -Está bien. Pero solo hasta el hotel, y solo hablar. Nada más. Y si no me convences, te marcharás, ¿no es así?
  -Bueno, en realidad, yo no me marcharé, eres tú la que se marchará, porque yo vivo aquí... - Laia mira al chico con cara de enfado - ¡Es broma! te tomaba el pelo. Yo cumplo mis promesas, así que lo haré, si tú lo quieres así. Venga, vamos al hotel.
 Y sin decir nada más, Héctor pasa el brazo por encima del hombro de Laia, y se dispone a explicárselo todo. Laia piensa en apartarle el brazo, pero lo cierto es que empieza a hacer un poco de frío, por lo que decide no contarle nada.
  -Bueno, ¿por dónde empiezo?
  -Pues... por el principio, supongo.
 Héctor se alegra de que Laia se muestre más receptiva, y por fin, empieza a contarle la historia que le ha prometido.
  -De acuerdo. Lo de antes, iba enserio. Creo que Carla no me quiere. Y si lo hace, durará poco.
  -¿Por qué dices eso?
  -¡Puff! ¡Si tú supieras...! Un día quedamos en una cafetería para merendar, y cuando habían pasado casi cuarenta y cinco minutos desde la hora en la que teníamos que ir, aún no había aparecido. La llamé, y ella, tranquilamente, me dijo que al final no podía ir.
  -Pero, ¿y por qué no te avisó?
  -¡Eso le pregunté yo! Pero no fue la mejor idea, por que me dijo que, simplemente, no tenía ganas. Y desde ese día empecé a notarla muy diferente, un poco como si me estuviera esquivando, y por eso antes te dije que pensé que hoy, ella ya habría cortado conmigo.
  -Ah, claro. Ahora sí que lo entiendo. ¿Por qué no hablas con ella? Seguro que tendrá un explicación, y si no la tiene y quiere acabar con lo vuestro, lo más lógico sería que te lo dijera entonces.
 -Sí, quizá lo haga, pero ella no entiende de lógica. ¿Sabes qué? Otro día, quedamos en el centro comercial porque iba a acompañarla, porque tenía que comprar el regalo de cumpleaños de una amiga suya, y como al igual que la otra vez, no llegaba, la llamé. Me dijo que había mucho atasco, y que como creía que con tanto tráfico ya no le iba a dar tiempo de llegar, pensó directamente en no ir. Ah, y usó la misma excusa para otro día, que quedamos para ir al cine.
  -Vaya, así que Carla no es tan perfecta como yo creía...
  -¿Perfecta? Qué va, de todo menos eso
 En ese momento Laia siente una vibración procedente de su bolsillo: su móvil. ¿Qué será? Decide ignorarlo, y sigue charlando con Héctor tranquilamente. A los cinco minutos, su móvil vuelve a vibrar, por que ella lo tiene programado para que no deje de hacerlo hasta que no habrá es SMS. Se disculpa a Héctor, y para de caminar unos segundos hasta que sac el móvil del bolsillo. Abre el mensaje y lo lee. Es de su amiga Marta: "Hola, ya sé que te has olvidado de mí, pero no hace falta que lo demuestres tanto" y pone dos puntos y un paréntesis, en forma de cara triste. "Tengo noticias para tí. He hablado con Arturo, y me ha contado algo superfuerte. ¡Llámame cuando puedas! Un beso".


domingo, 22 de julio de 2012

CAPITULO 4.

Dos y media de la mañana, en la ciudad.
  
  Arturo acaba de ver el mensaje. Estaba dándose un baño en la inmensa piscina de su casa, necesitaba desconectar un poco. "¿Importante? Me tienes intrigada. Ahora no puedo hablar, así que te llamo esta noche. Yo también te quiero, besitos." Sonríe para sí. Al final ha merecido la pena la desesperación. Ha dicho que ella también le quiere, lo cual quiere decir que todavía siente lo mismo que le dijo el viernes, o que más bien, le insinuó. 
  Un mes después de descubrir su incondicional, desinteresado y verdadero amor por ella, se ha declarado, liberando todos sus sentimientos por completo, y, en cambio ella, que lleva desde principio de curso enamorada de él, más de medio año después, seis meses y medio después, no ha sido capaz de confesarle lo que siente. 
  
  Él tiene muchímas ganas de verla, ¿y si va a la playa a buscarla? No, eso sería una locura. Le llegan a la mente momentos que vivieron juntos. Su cumpleaños, el marzo pasado. Le regaló la segunda parte de Canciones para Paula. Sabía que le haría ilusión tenerla, y nada más ver cómo se llamaba, decidió regalárselo, esperando que le hiciese pensar sobre por qué había escogido precisamente ese libro: ¿sabes que te quiero?. ¿Lo sabe?, no está muy seguro. El día que le iba a dar el libro casi se echa para atrás. Le pareció muy arriesgado, ni si quiera sabía si ella sentía lo mismo. Pero lo hizo. Tras entregárselo, Laia quitó cuidadosamente el papel de regalo azul turquesa que Arturo había elegido intencionadamente para envolver el libro sabiendo que era su preferido, hasta que descubrió por completo su regalo. En un instante de alegría, la chica se tiró a sus brazos y lo abrazó. Nunca olvidará ese momento, tan perfecto como ella.
  "Basta de recordar, de recuerdos no se vive", se dice a sí mismo enfadado. Lo mejor será esperar a que Laia vuelva, y que, así, ambos aclaren lo que sienten el uno por el otro, sin rodeos. 



En ese mismo momento, en La Pesqueta.


  Están sentados, esperando que llegue la comida. Laia y sus primas se han sentado en una mesa, y sus padres y el resto de adultos, en otra. Aparece el camarero con una bandeja en la mano derecha repleta de bebidas, y con otra en la izquierda, en la que lleva los platos para la mesa de los más jóvenes. Las tres han pedido arroz. Comen rápidamente, con la intención de bajar a la playa lo antes posible. Casi sin parar, engullen sus platos sin ningún tipo de cuidado, y alguna, hasta se atraganta con granos de arroz que han ido por donde no debían. 
  Han terminado, y corren a sus padres a pedir las llaves del hotel en el que se alojan, y en el que se encuentran sus maletas, y también lo más importante: sus bikinis. Pero lo que Laia realmente quiere es ver a Héctor, cosa que todavía no ha hecho, así que, pensando en la posibilidad de que esté en el interior del bar, va "a pedir un vaso de agua".  Está esperando en la barra, mientras el camarero le da el vaso de agua. Parece que vaya a cámara lenta, qué lentitud. Lo coje y le da las gracias. En ese momento:
  -¿Me buscabas?
Parece que se va acostumbrando a eso de que Héctor aparezca por detrás suya sin avisar.+
  -¿A ti? Que va...
Laia intenta hacerse la interesante, da un sorbo a su vaso y el chico, tras ver su indiferencia, se encoje de hombros y se da media vuelta.
  -¡No, Héctor, espera! ¿... te apetece dar un paseo?
El muchacho se gira y camina hacia ella. 
  -Si es contigo, sí.
Coloca el baso detrás de la barra, en el fregadero en el que casi no atina, coge a Laia de la mano, y se la lleva camino a la playa. 
  
  Están paseando por la playa. Llevan así casi dos horas, pero ninguno se ha dado cuenta de la hora que es. Han salido por la puerta de atrás del bar y nadie les ha visto, por lo que sus padres piensan que ella está por ahí con sus primas. Héctor para de caminar, y ella, lo imita y se gira.
  -¿Qué te pasa? - pregunta la chica desconcertada -
  -No, nada, es que... llevamos aquí cerca de una hora caminando y hablando, pero.. hay una cosa que no te he contado.
  -¿Qué es? -  pregunta tras sacarle la lengua divertida. Laia piensa que está bromeando, y no se lo tome enserio - ¿Eh?
  -Tengo novia. Lo siento, se que debería de habértelo dicho antes, y no dejar que te hicieras ilusiones y ...
  -Y... ¿qué? ¿Qué más da eso? Estamos pasándolo bien, ¿no? No estamos haciendo nada malo. - Laia intenta disimular y sigue caminando. Siente una verdadera desilusión al oír aquello. Así que intenta fingir que no le importa y suela una falsa carcajada - Además, ¿falsas ilusiones? ¡Ni que yo sintiera algo por ti! 
  Héctor se queda inmóvil ante sus palabras. ¿No siente nada? Que mala intuición, pensaba que sí, incluso de que había alguna esperanza de que algún día volvieran a salir juntos. Esto no puede acabar así. Sin pensárselo dos veces, Héctor avanza hacia Laia, que le saca ya dos o tres metros de ventaja, la gira suavemente, y sin que ella se lo espere, que estampa un gran beso en los labios. 
  



viernes, 20 de julio de 2012

CAPITULO 3.

  Son las doce y media y van en el coche, camino de la playa. Próximo destino: La Pesqueta. Próximo destino: corazón de Héctor. Hector. Vaya, estaba tan entretenida con sus primas en el coche que apenas había pensado en él. Bueno, tal vez un poco, pero solo un poco.
  
Hace algo de calor, están en abril. Cinco personas en el coche, y las maletas en la parte de atrás de este, colocadas perfectamente en formas de tetris.
  Tiene ganas de ver a Héctor. ¡Pero cuánto había esperado este día! Puf...qué nervios. ¿Quién sería esa chica? La verdad es que era mona... rubita, con en pelo largo y rizado, y los ojos de un color oscuro, supone que marrones, aunque no pudo indentificarlo con claridad en aquella foto tan pequeña. Espera que no sea su novia. Podría ser su hermana... no, él no tiene hermanas; pero `podría ser su prima o una amiga. Eso es, seguramente, será solo una amiga. El agudo grito de su prima pequeña le anuncia que pronto lo sabrá.
- ¡Bien! ¡Por fin hemos llegado!
-Vamos sacando las maletas, mamá.
Carmen asiente con la cabeza mientras baja del coche para ayudarlas. No se fía nada de Laura, es un rabo de lagartija; seguro que tira todas las maletas al suelo intentando sacar la suya.
-¿Quieres que te ayude, Laura? - Le pregunta su hermana Julia, al ver que no puede con la maleta que permanece más arriba.
-¡No! Yo puedo sola.
En ese mismo momento, Carmen, ve como lo que había considerado hace unos minutos se convierte más bien en una predicción. Laura ha tirado de su mochila de Bob Esponja, que se encontraba bajo cuatro maletas, de las cuales, tres, han caído al suelo.
-Sí, ya veo como puedes tú sola. Y ahora, ¿me dejas que te ayude?
-Ha sido sin querer... No, esta vez no las tiraré.
-¿Y yo?, ¿me dejas que te ayude yo?
  Esa voz... ¡Héctor!. Laia se gira y efectivamente, ahí está. Intenta disimular su entusiasmo, pero apenas puede.
-Héctor, hola, ¿qué... tal estás?
   ¡Vaya! se le entrecortan las palabras. Mejor callar. Pero ¡no puede ser! Está ahí, por fin está ahí.
-¡Ah, hola, Laia! No te había visto. Estoy bien, gracias, ¿y tú?, ¿qué tal te va todo?
-Muy bien, aquí... como cada año.
  ¡Pero qué estúpida! ¿Como cada año? Él ya lo sabe. Lo mejor será que lo vea luego en La Pesqueta, ahora está muy nerviosa. Además, ha dejado a sus padres y su prima mayor solos sacando todo el equipaje del maletero. 
-Bueno, Héctor, tengo que ayudar a sacar todo ésto, - dice señalando las maletas - así que ya nos vemos luego, ¿no?
  El chico entiende la invitación de Laia a marcharse, y tras despedirse de da la vuelta. Pero no, no puede irse así; aunque tiene novia, tenía muchísimas ganas de ver a Laia... Claro que eso ella no lo sabe. Espera que se lo tome bien, porque le apetece estar con ella. 
  De repente, sin que nadie se lo espere, Héctor se da la vuelta y corre hacia Laia. Esta no se da cuenta de que está ahí, hasta que siente un cálido beso en la mejilla. "Hasta luego", le susurra después al oído. 
  Y así, como si nada hubiera pasado, Héctor se dirige hacia el bar de sus padres con una sonrisa dibujada en la cara.
  
  Laia está como petrificada. Le ha encantado ese beso. Pero justo entonces se acuerda de Arturo. Siente que le está siendo "infiel", aunque pensándolo bien, no están saliendo, ni nada de eso, por lo que puede hacer lo que quiera. ¡El mensaje! Ahora lo recuerda, le dijo que quería hablar con ella. "Voy a responderle", piensa para si misma.
  Se acerca al coche y saca del bolsillo lateral de su mochila azul el movil. Empieza a escribir la respuesta que, sin que ella lo sepa, Arturo lleva casi dos horas esperando. "¿Importante? Me tienes intrigada. Ahora no puedo hablar, así que te llamo esta noche. YO también te quiero, besitos." Vuelve a leer el mensaje que le envió él por la mañana. "Te quiero. Besos". Besos, besos. Cómo le gustaría un beso de Arturo. No sería el primero que recibiera, pero sí el que más ilusión le haría ahora mismo... ¿o no? ¿y uno de Héctor? ¿Cómo sería? Bah, qué mas da eso. Seguramente ninguno de los dos la besaría, por mucho que ella quisiera. Siempre tiene muy mala suerte en el amor. Pero eso es tan solo lo que ella cree, pues pronto comprobará que algunas veces todo lo que se ha deseado alguna vez, se te concede de golpe.
 
 


viernes, 13 de julio de 2012

CAPITULO 2.

  Diez  y once minutos de la mañana. Laia apenas ha podido pegar ojo, tantos nervios no son lo mejor para descansar. Se levanta de la cama y se dirige hacia la cocina. Su madre se asombra al verla tan temprano. Está regando las plantas que hay en la ventana, y se gira.

 -Vaya, qué madrugadora, ¿no?
 -Sí, no sé, no tenía más sueño; anoche me acosté pronto.
 -¿No tenías más sueño, o estás nerviosa porque vas a ver a aquel chico del año pasado? Vaya miraditas te echaba...
 -¿Chico? ¿Qué chico? - Laia intenta hacerse la despistada, pero su madre no la cree - No sé de qué me hablas, mamá.
 -Ya... Bueno, desayuna que hemos quedado a las doce para ir a La Pesqueta a comer, y ya sabes que tenemos que recoger a tus primas antes. 

  Laia hace como que coge un paquete de galletas de la despensa, y se sube a su cuarto con una taza en la mano. Su madre le ha preparado una taza de leche con Cola-Cao, sabe que le encanta. 
  Una vez en su habitación, deja la taza sobre su mesita de noche y abre el armario. No tiene ni idea de qué ponerse, pero ahora que lo recuerda, el año anterior llevó una camiseta rosa y unos vaqueros, simplemente. Sí, pues eso hará de nuevo, tampoco se va a complicar la vida; si le tiene que gustar a Héctor, quiere ser ella misma, y por tanto, no quiere ir muy arreglada. 
  Saca del armario una percha con una camiseta de mangas cortas azul turquesa y unos pantalones vaqueros cortos rosa del segundo cajón. Eso será.
  Se va a sentar en su cama, pero justo en ese momento, un pitido la interrumpe; es un SMS. Es de Arturo: "Tenemos que hablar, es importante. Te quiero, Besos." Vaya, había estado tan entretenida pensando en Héctor y en cómo iba a ser este día, que ni siquiera se había acordado de él. ¿Qué querrá decirle? N tiene ni idea. Alomejor se lo ha pensado dos veces, y ya no tiene tan claro eso que le dijo ayer,eso que tanto llevaba esperando y que, ella misma, había dejado olvidado en estas horas, en un segundo plano. Pero bueno, ya lo llamará para saber qué es eso tan importante. Sinceramente, sentía intriga, pero no tanta como habría sentido meses atrás.

En ese mismo momento, en la ciudad de Laia.
  Arturo se está desesperando. No le responde, Laia no le responde. Bueno, tan solo han pasado siete minutos... alomejor ni lo ha visto. Lo mejor será que vaya a su casa a hablar con ella en persona. Sí, eso hará. 
  Sale de su habitación y baja las escaleras. Llega a la segunda planta y vuelve a bajar la siguiente escalera. La verdad es que los padres de Arturo eran bastante ricos, pero al chico no le gustaba que la gente lo supiera, pues pensaba que le trataría de otra manera, con vergüenza, con más respeto, o tal vez, se acercarían a él por conveniencia.
  Su hermana Paula está sentada en la mesa de la cocina, viendo la televisión mientras desayuna una tostada con mermelada, media manzana y un Cola-Cao. Arturo se acuerda de Laia, a ella también le gusta mucho el Cola-Cao. Suspira. Laia. La chica de sus sueños, a la que le confesó sus sentimientos ayer mismo, y que, para su sorpresa, le corresponde. Se siente feliz, pero algo extraño, porque después de ese momento no han vuelto a hablar, y ella no le ha respondido el mensaje. La echa de menos. En ese momento Paula lo ve.
 -¡Arturo! - grita la niña mientras corre hacia él - ¡Hola!
 Él la ha cogido en brazos y después, le ha dado un beso en la mejilla. No puede evitar soltar una carcajada cuando ve a su hermana tan sonriente, y con ese gran bigote de Cola-Cao.
 -Hola, princesa
 -¿De qué te ríes? ¿Tengo mocos en la cara? - dice la pequeña, que sin saberlo ha adaptado esa expresión a su manera. Su hermano mayor no puede evitar soltar una carcajada.
 - ¡Claro que no, pequeña! Anda, ve y límpiate la boca; la tienes manchada de cacao.
 -¡Ah, era eso! Mm... ¿te puedo contar un secreto?
 -¡Por supuesto! Dime, venga... - cuando el chico ve que la pequeña traviesa intenta darle un beso para mancharle la cara, la aleja rápidamente - ¡Hey, eso no es un secreto! 
Ambos ríen y Arturo abraza a su hermana pequeña. ¡Qué ideas tiene! La deja en el  suelo, se despide de ella y le lanza un beso en el aire. Paula salta pare intentar cogerlo, y cuando cree que lo tiene, lo guarda en el bolsillo imaginario de su camiseta de pijama, y sonríe.
  Arturo saca la bicicleta del sótano y sale a toda velocidad sin que sus padres lo vean. La casa de Laia está a diez minutos, pero por lo visto ella no. No hay nadie en su casa. Entonces lo recuerda, ella le dijo que iría a la playa tras acabar el segundo trimestre. Vaya, ahora no sabe hasta cuando no volverá a verla. Espera que sea pronto, menos de una semana, tal vez, o alomejor, todas las vacaciones. Pero no sabe que cuando vuelva a ver a Laia, ésta tendrá noticias para su amigo, y no precisamente buenas, para él.