viernes, 31 de agosto de 2012

CAPITULO 7.

   A llegado al hotel y a ido directamente a su habitación. Ni si quiera ha pasado por la habitación de sus padres para avisarles de que ya ha llegado. Está hecha un lio. No sabe qué pensar... o más bien, en qué estaría pensando. Exacto, ¿en qué estaría pensando para dejar que ese estúpido de Héctor me besase?, medita para sí misma. Bueno, realmente, él no tiene la culpa. Pero es que ¡lo ha fastidiado todo!. Con el tiempo que llevo esperando que Arturo me digas 'eso', ahora va ese 'eso' y llega en el peor momento. ¿Qué estoy diciendo? No soy una de esas chicas que coleccionan a los tios 'a los pies de su cama', como dice esa canción de pereza. Ríe al pensarlo. Y su movil, con el que estaba jugueteando, y aquel que hacía piruetas sobre sus manos desde el momento en que se tumbó en la cama, cayó haciendo un triple mortal sobre sus partes mas íntimas. Cincuenta puntos de bonificación. 
   En ese momento la nube en la que se encontraba sumergida, se esfuma. Se incorpora para cojer el movil que ha caído entre sus piernas. Al observar la pantalla, ve que sin querer ha desbloqueado el móvil, y aparece en ella una imagen. Fue la que él le envió el día de su cumpleaños, exactamente a las doce de la noche, y que se hicieron unos días antes en un parque de la ciudad. En la foto están ellos dos juntos; Arturo sentado en el césped, y Laia detrás suya, apoyando la cabeza en el hombro del que entonces parecía su chico, dejándo que él la mirase mientras ella le abrazaba. La había editado y ponía 'FELICIDADES' en letras grandes y de colores. Fue el primero en felicitarle. Y luego le regaló ¿Sabes que te quiero?. Siempre que lo recuerda, se pregunta si fue algún tipo de indireta por su parte, pero no lo cree, aunque, sinceramente, ahora no la considera una idea tan descabellada. 
   De repente le han entrado unas ganas inmensas de hablar con Arturo, con su Arturo; y escuchar su voz, abrazarlo, besarlo... le quiere muchísimo. No lo piensa dos veces; marca el número ocho y presiona el botón verde. Tiene guardado su número en la marcación rápida. Sonríe al recordar por qué eligió ese número, y no otro. 
-Mierda... -dice Laia para sí, pensando que iba a saltar el buzón de voz. Pero aunque tarde, Arturo lo coje, y la oye.
-Vaya... Por lo visto no te alegras de hablar conmigo.
-¡Arturo! ¡Hola! No, perdona, es que pensé que eras el contestador.
-Ah, ¿sí? ¿Es que mi voz se parece a la esas señoritas? Le atiende el contestador del... -dice imitádo a uno de ellos. Laia ríe.- Me alegro de hablar contigo.
-Yo también. Y mucho.
-¿Leiste mi mensaje?
-Eh... sí, claro. Hablando de ese tema... ¿querías decirme... algo?
-Esto...sí, de eso me gustaría hablar contigo. Pero la verdad es que prefiero hacerlo en persona. Como te dije, es importante.
-Ah, de acuerdo. -Laia intenta hacerse la dura, pero tras unos segundos, desiste- ¿En serio me vas a dejar así, con la intriga? -Arturo ríe. Tiene una risa muy bonita y contajiosa. 
-Sí, lo siento. Pero es que las cosas no son lo mismo cuando se dicen a alguien mirándole a la cara. Y menos, si es una tan bonita como la tuya. -Se oye de fondo a una mujer que grita el nombre de Arturo, y este responde que enseguida va - Laia, me tengo que ir.
-Sí, ya lo he oido. -Más risas- Bueno pues... hasta... ¿mañana?
-Ok, mañana te llamo. ¿Cuándo vuelves?
-Perfecto. Creo que... el domingo por la tarde. Supongo que después de comer, si no hay cambio de planes.
-Vale, pues si no hablamos mañana, el domingo te llamo y nos vemos, ¿ok?
-¡Claro! Pero aún así, llamame mañana, ¿no? - termina, poniendo una voz un poco melosa. Él ríe.
-De acuerdo. -Responde feliz- Oye, me tengo que ir. Adiós, Laia.
-Ok, adiós, Arturo. 
-Eh, Laia.
-¿Sí?
-Te quiero.
-Y yo.
-Buenas noches, un besito. - Y él es el primero en colgar.
  
    'Es lo mejor', piensan los dos, cada uno en su respectiva cama. Arturo cree que sería una buena idea darle una sorpresa. Pero tampoco sabe cuál. ¿Una cena romántica?, ¿una visita inesperada?, ¿un regalo?... ¿una vista inesperada? Sí. Le gusta esa idea. Y a ella también le gustará verlo otra vez. Sí, decidido. Mañana cojerá un bus a aquella playa para verla y darle una sorpresa. ¿Y si le lleva un regalo? Bueno, lo primero sería averiguar cuál es esa playa, y donde está. Luego sacará el billete por internet e irá a verla lo antes que pueda. Sí, ese es el plan.
   
  Laia está en la cama todavía. Acaba de recibir un mensaje. Lo abre y lo lee. Héctor tiene una sorpresa para ella. Pero la verdad es que no está para sorpresas. Solo estás para Arturo. O por lo menos ahora mismo. Aunque en realidad, tiene cierta curiosidad por saber cuál es la sorpresa, porque Héctor no tiene pinta de ser muy detallista ni romántico; al contrario que Arturo. Es el más romántico, detallista y sorprendente del mundo. 
  Mañana tiene que estar a las doce en la playa. Y allí estará. Lo que no sabe, es que en esa playa, en la que conocerá una nueva faceta del chico del que está enamorada, también dos personas desconocidas dejarán de serlo.







miércoles, 22 de agosto de 2012

CAPITULO 6.


  Laia se queda mirando el móvil durante unos segundos más. En realidad ya ha leido el mensaje completo, simplemente está pensando qué será lo que Arturo le ha contado a Marta, pero no quiere que Héctor sospeche nada, así que decide fingir que está leyendo. 
  - ¿Hooolaaaaa...? - El chico intenta llamar la atención de Laia. Héctor se ha dado cuenta de que no está leyendo. Está como embobada mirando la pantalla de su teléfono móvil - ¡Laia!
  A continuación pasa la mano repetidas veces entre la cara de su "amiga" y la pantalla de su móvil, para ver si reacciona.
  -Ah, sí, lo siento, estaba leyendo un sms que me ha enviado una amiga.
  -Mm... - Héctor se pone una mano en la barbilla y hace como si estuviera pensando - ¿una amiga...? 
  -Sí, una amiga. Mira - le dice mientras le enseña la parte que no ha tapado de la pantalla de su móvil, en la que aparece el nombre de Marta - ¿Lo ves? Es una amiga. 
  -Va, pero tampoco pasaría nada si fuera un "amigo", eh, que a mi... no me importa.
  -Pues claro que no pasaría nada. Pero por suerte para ti, no lo es.
 Laia le guiña un ojo tras decir esto. Héctor la mira asombrado, parece que al final va cogiendo más confianza.
 
Acaban de llegar al hotel, Laia está a punto de pasar por la puerta giratoria que introduce a la recepción del hotel, pero se para al ver que Héctor le sigue.
-   Pero, ¿qué haces?
-  ¿Yo?, pues… seguirte, ¿no? Como llevo haciendo desde que nos marchamos de la playa.
-  Ah… pues… no lo hagas. Me voy  – y tras esas palabras, se gira, y vuelve a caminar hacia la puerta giratoria, mientras se despide con la mano, dándole la espalda a Héctor.
-  ¡No!, espera Laia. Aún no me has dicho si me crees o no
-  Considérate afortunado por haberme podido acompañar hasta aquí. –Dice bromeando, tratando de retener una carcajada. Héctor se alegra al oír aquello. Sabe que en el fondo le cree, le comprende, y lo más importante: le ha caído bien, y a conseguido, más o menos, hacerse un hueco en su corazón; ya sea como amigo, o como algo más. Pero eso ahora no le importa.
-  Entonces, ¿eso significa que me crees? Te dije que lo harías. ¿Quedamos mañana?
-  Eh, ¡no te emociones, chaval! – le da un puñetazo sin fuerza en el hombro.  
Cuando se quiere dar cuenta, está casi pegada a él. No sabe cómo ha llegado allí. Mira a Héctor y ve en sus ojos la intención de besarle. Se acerca a él, haciéndole creer que va a recibir otro beso en los labios. Pero esta vez, no se sale con la suya, Laia le da un beso en la mejilla y se aleja un poco, sonriendo pícara.
-  Adiós, ya nos veremos.
-  Hasta luego, Laia. ¡Me lo he pasado muy bien hoy contigo!
   Trata de alzar la voz, porque ella ya está dentro del hotel, y también intenta que Laia entienda que lo que ha dicho, va con segundas, pero no lo ha oído. Se alegra al notar que no se ha enterado de aquello, porque pasados unos segundos, piensa que aquello era una mala idea. Seguramente, le habría dado otro “puñetazo”. Sonríe al pensar en aquel golpe, y en la cara de niña pequeña que ella puso mientras se lo daba.  
  En cuanto ha pasado la recepción, mira hacia atrás para asegurarse de que Héctor ya no la ve, y saca su teléfono móvil. Busca entre las últimas llamadas hasta encontrar a su amiga y pulsa el botón verde. Tras dos “bips”, Marta responde.
-  ¡¿Pero dónde te habías metido?! Te he llamado como unas… ¿mil veces? Ah, no, ¡tan solo han sido tres mil! –risas a ambos lados de la línea-
-  ¡No exageres! Solo me has llamado… -mira rápidamente la parte superior de la pantalla del móvil. Siete llamadas perdidas. – siete veces.
- ¿Sólo? Menuda caradura estás hecha.
-  Lo sé – dice mientras ríe – Bueno, ¿qué era eso tan importantísimo que tenías que contarme?
- He hablado con Arturo.
-  Ya lo sé, eso ya me lo has dicho.
-  ¡Ay, pero déjame terminar!
-  Perdona, perdona. Sigue.
-  Me ha dicho que fue a tu casa a buscarte porque tenía algo muy importante que decirte, pero que no estabas. Yo ya le he explicado que estás ahí en la playa con tu familia. Laia, Arturo me ha dicho que te quiere.
Laia no sabe que decir. Su amiga la acaba de dejar… ¡puff! Cómo describirlo. Y ahora, ¿qué?. Y encima ha besado a Héctor. Se siente mal, muy mal. Pobre Arturo.
 -¿Laia? ¿Sigues ahí?
-¿…Eh?, sí claro, dime.
-¿Cómo que ‘dime’? ¿Me has oído? ¡Arturo te quiere! ¿No estás contenta?
-Claro, sí, muy contenta. Es genial – dice sin demasiado entusiasmo.
-Pero… eso no es todo. Me ha dicho algo más. Pero eso ya lo descubrirás cuando llegues y hables con él.
-Ok. Oye, Marta, estoy muy cansada. Mañana hablamos. Un beso.

viernes, 3 de agosto de 2012

CAPITULO 5.

 Ninguno de los dos sabe lo que está haciendo en ese momento. Laia está desconcertada, pero la verdad es que se moría por ese beso.
 Cuando reacciona,  lo aparta suavemente, y aunque él se resiste un poco, al final cede. Se miran a los ojos. En sus miradas se pueden ver incertidumbre, desconcierto, pasión, y en cierto modo, arrepentimiento.
  -Hey... - dice Héctor mientras eleva por la barbilla la cabeza de Laia, la cual miraba al suelo - De verdad que... lo siento, no... no sé lo que me ha pasado... ha sido sin querer y...
  -¿Sin querer? - le interrumpe ella,cabreada - Quieres decir que no querías besarme, ¿verdad? Y entonces, ¿por qué lo has hecho?
  -No, verás, yo no me refería a eso, claro que quería besarte y por eso lo he hecho, pero quería decir que no debería haber...
 Llegado ese momento Laia no sabe qué pensar, va a decirle que no debería de haberla besado, que todo ha sido un error, ¡con lo que ella había esperado ese beso! Así que, tal y como hizo él, sin pensarlo más, ni dejarle terminar la frase que tan pocas ganas tiene de escuchar, lo besa apasionadamente, tratando de evitar que se note esa angustia que realmente está sintiendo, por dos simples razones: la posibilidad de se la causante de la ruptura de una pareja, y besar a un chico que cree que no lo desea.

 Héctor es ahora el que la aparta de sí, pero al contrario que ella, él lo hace con suavidad, con cariño. La mira a los ojos intensamente, e intenta averiguar qué es lo que está pasando por su mente en ese instante, pero no es capaz de adivinar ni un solo pensamiento que realmente crea posible. No sabe por qué razón lo ha hecho, pero aunque le cueste admitirlo, le ha gustado.
 Ambos siguen mirándose, esperando que o uno u otro diga algo, o los saque de alguna manera de esa situación tan incómoda. Afortunadamente, el móvil de Héctor suena. Tan solo se han oído dos bips, por lo que ella supone que es un mensaje. Ésta mira enfrente, hacia el bolsillo de su pantalón, esperando que coja de ahí su móvil y aparte de una vez la mirada de sus ojos, pero él no lo hace.
  -¿No lo vas a mirar? Venga, hazlo, sé que lo estás deseando, y además, no me importa. Seguro que es ella...
  -¿...Ella? - no se acordaba ya. Carla. Ahora que lo piensa, no le extrañaría nada que fuera un SMS suyo, no han hablado  en toda la mañana - Ah, claro... Carla.
  -Así que Carla, ¿no? Es un nombre muy bonito, seguro que es muy guapa.
  -Sí, lo es - Laia está intentando sacar un tema de conversación, pero esa no ha sido la mejor de las ideas. ¿Por qué no podía hablarle del tiempo? con lo típico que es... ahora, encima de todo, tiene que escuchar lo guapa que es Carla, Carla la perfecta - Pero no más que tú.

 ¿Pero de qué va éste? No aguanta más, quiere soltarlo todo de una vez, decirle que le odia, que le odia y a la vez le quiere, que aún no ha perdido ese sentimiento que descubrió el año pasado, que aún le ama. Pero no puede, debe poner fin a aquello antes de que resulte un problema grave para él y para Carla la perfecta. 
 -Héctor, basta ya, por favor. Sabes que me gustas, que habría estado dispuesta a todo esto y más, a intentar de nuevo lo nuestro... Pero tú tienes novia, y yo... yo no pinto nada aquí. - Laia empieza a caminar hacia al frente, y unos metros más alante, se gira y mira a aquel chico que no ha parado de seguirla. -Adiós, Héctor.
   Entonces, y tras las palabras de Laia, Héctor se frena. Pero no se da por vencido.
 -¡Laia, espera! Dáme tiempo, por favor, sé que tú habrías estado dispuesta, pero yo lo estoy, lo estoy ahora  mismo. - Laia para de caminar, y se gira sin levantar su mirada del suelo. El viento le alborota el pelo - Las cosas con Carla no van nada bien, la verdad, y pensé que para hoy, ella y yo ya no...
 -¿Eso qué significa?, ¿que me tienes como segundo plato?, ¿que solo querrías estar conmigo si ella te dejase? ¡Adiós, Héctor!
 -¡No! ¡espera! déjame que te lo explique. No eres segundo plato de nadie, o al menos mío. Por favor, déjame que te acompañe al hotel y de camino hacia allí te lo explico todo. Solo serán quince minutos. Y si no me crees, me lo dices y no volveré a molestarte más. Te lo prometo.
  -Héctor, no creo que sea lo mejor, enserio.
  -Venga, Laia, por favor. ¡Ni siquiera vas por la dirección correcta! Va, te acompaño, ¿de acuerdo?
Laia lo piensa durante unos segundos, sigue creyendo que sería mejor volver sola. Pero lo ha prometido, y además tiene razón, se ha equivocado de dirección, ¡qué vergüenza!
  -Está bien. Pero solo hasta el hotel, y solo hablar. Nada más. Y si no me convences, te marcharás, ¿no es así?
  -Bueno, en realidad, yo no me marcharé, eres tú la que se marchará, porque yo vivo aquí... - Laia mira al chico con cara de enfado - ¡Es broma! te tomaba el pelo. Yo cumplo mis promesas, así que lo haré, si tú lo quieres así. Venga, vamos al hotel.
 Y sin decir nada más, Héctor pasa el brazo por encima del hombro de Laia, y se dispone a explicárselo todo. Laia piensa en apartarle el brazo, pero lo cierto es que empieza a hacer un poco de frío, por lo que decide no contarle nada.
  -Bueno, ¿por dónde empiezo?
  -Pues... por el principio, supongo.
 Héctor se alegra de que Laia se muestre más receptiva, y por fin, empieza a contarle la historia que le ha prometido.
  -De acuerdo. Lo de antes, iba enserio. Creo que Carla no me quiere. Y si lo hace, durará poco.
  -¿Por qué dices eso?
  -¡Puff! ¡Si tú supieras...! Un día quedamos en una cafetería para merendar, y cuando habían pasado casi cuarenta y cinco minutos desde la hora en la que teníamos que ir, aún no había aparecido. La llamé, y ella, tranquilamente, me dijo que al final no podía ir.
  -Pero, ¿y por qué no te avisó?
  -¡Eso le pregunté yo! Pero no fue la mejor idea, por que me dijo que, simplemente, no tenía ganas. Y desde ese día empecé a notarla muy diferente, un poco como si me estuviera esquivando, y por eso antes te dije que pensé que hoy, ella ya habría cortado conmigo.
  -Ah, claro. Ahora sí que lo entiendo. ¿Por qué no hablas con ella? Seguro que tendrá un explicación, y si no la tiene y quiere acabar con lo vuestro, lo más lógico sería que te lo dijera entonces.
 -Sí, quizá lo haga, pero ella no entiende de lógica. ¿Sabes qué? Otro día, quedamos en el centro comercial porque iba a acompañarla, porque tenía que comprar el regalo de cumpleaños de una amiga suya, y como al igual que la otra vez, no llegaba, la llamé. Me dijo que había mucho atasco, y que como creía que con tanto tráfico ya no le iba a dar tiempo de llegar, pensó directamente en no ir. Ah, y usó la misma excusa para otro día, que quedamos para ir al cine.
  -Vaya, así que Carla no es tan perfecta como yo creía...
  -¿Perfecta? Qué va, de todo menos eso
 En ese momento Laia siente una vibración procedente de su bolsillo: su móvil. ¿Qué será? Decide ignorarlo, y sigue charlando con Héctor tranquilamente. A los cinco minutos, su móvil vuelve a vibrar, por que ella lo tiene programado para que no deje de hacerlo hasta que no habrá es SMS. Se disculpa a Héctor, y para de caminar unos segundos hasta que sac el móvil del bolsillo. Abre el mensaje y lo lee. Es de su amiga Marta: "Hola, ya sé que te has olvidado de mí, pero no hace falta que lo demuestres tanto" y pone dos puntos y un paréntesis, en forma de cara triste. "Tengo noticias para tí. He hablado con Arturo, y me ha contado algo superfuerte. ¡Llámame cuando puedas! Un beso".