domingo, 22 de julio de 2012

CAPITULO 4.

Dos y media de la mañana, en la ciudad.
  
  Arturo acaba de ver el mensaje. Estaba dándose un baño en la inmensa piscina de su casa, necesitaba desconectar un poco. "¿Importante? Me tienes intrigada. Ahora no puedo hablar, así que te llamo esta noche. Yo también te quiero, besitos." Sonríe para sí. Al final ha merecido la pena la desesperación. Ha dicho que ella también le quiere, lo cual quiere decir que todavía siente lo mismo que le dijo el viernes, o que más bien, le insinuó. 
  Un mes después de descubrir su incondicional, desinteresado y verdadero amor por ella, se ha declarado, liberando todos sus sentimientos por completo, y, en cambio ella, que lleva desde principio de curso enamorada de él, más de medio año después, seis meses y medio después, no ha sido capaz de confesarle lo que siente. 
  
  Él tiene muchímas ganas de verla, ¿y si va a la playa a buscarla? No, eso sería una locura. Le llegan a la mente momentos que vivieron juntos. Su cumpleaños, el marzo pasado. Le regaló la segunda parte de Canciones para Paula. Sabía que le haría ilusión tenerla, y nada más ver cómo se llamaba, decidió regalárselo, esperando que le hiciese pensar sobre por qué había escogido precisamente ese libro: ¿sabes que te quiero?. ¿Lo sabe?, no está muy seguro. El día que le iba a dar el libro casi se echa para atrás. Le pareció muy arriesgado, ni si quiera sabía si ella sentía lo mismo. Pero lo hizo. Tras entregárselo, Laia quitó cuidadosamente el papel de regalo azul turquesa que Arturo había elegido intencionadamente para envolver el libro sabiendo que era su preferido, hasta que descubrió por completo su regalo. En un instante de alegría, la chica se tiró a sus brazos y lo abrazó. Nunca olvidará ese momento, tan perfecto como ella.
  "Basta de recordar, de recuerdos no se vive", se dice a sí mismo enfadado. Lo mejor será esperar a que Laia vuelva, y que, así, ambos aclaren lo que sienten el uno por el otro, sin rodeos. 



En ese mismo momento, en La Pesqueta.


  Están sentados, esperando que llegue la comida. Laia y sus primas se han sentado en una mesa, y sus padres y el resto de adultos, en otra. Aparece el camarero con una bandeja en la mano derecha repleta de bebidas, y con otra en la izquierda, en la que lleva los platos para la mesa de los más jóvenes. Las tres han pedido arroz. Comen rápidamente, con la intención de bajar a la playa lo antes posible. Casi sin parar, engullen sus platos sin ningún tipo de cuidado, y alguna, hasta se atraganta con granos de arroz que han ido por donde no debían. 
  Han terminado, y corren a sus padres a pedir las llaves del hotel en el que se alojan, y en el que se encuentran sus maletas, y también lo más importante: sus bikinis. Pero lo que Laia realmente quiere es ver a Héctor, cosa que todavía no ha hecho, así que, pensando en la posibilidad de que esté en el interior del bar, va "a pedir un vaso de agua".  Está esperando en la barra, mientras el camarero le da el vaso de agua. Parece que vaya a cámara lenta, qué lentitud. Lo coje y le da las gracias. En ese momento:
  -¿Me buscabas?
Parece que se va acostumbrando a eso de que Héctor aparezca por detrás suya sin avisar.+
  -¿A ti? Que va...
Laia intenta hacerse la interesante, da un sorbo a su vaso y el chico, tras ver su indiferencia, se encoje de hombros y se da media vuelta.
  -¡No, Héctor, espera! ¿... te apetece dar un paseo?
El muchacho se gira y camina hacia ella. 
  -Si es contigo, sí.
Coloca el baso detrás de la barra, en el fregadero en el que casi no atina, coge a Laia de la mano, y se la lleva camino a la playa. 
  
  Están paseando por la playa. Llevan así casi dos horas, pero ninguno se ha dado cuenta de la hora que es. Han salido por la puerta de atrás del bar y nadie les ha visto, por lo que sus padres piensan que ella está por ahí con sus primas. Héctor para de caminar, y ella, lo imita y se gira.
  -¿Qué te pasa? - pregunta la chica desconcertada -
  -No, nada, es que... llevamos aquí cerca de una hora caminando y hablando, pero.. hay una cosa que no te he contado.
  -¿Qué es? -  pregunta tras sacarle la lengua divertida. Laia piensa que está bromeando, y no se lo tome enserio - ¿Eh?
  -Tengo novia. Lo siento, se que debería de habértelo dicho antes, y no dejar que te hicieras ilusiones y ...
  -Y... ¿qué? ¿Qué más da eso? Estamos pasándolo bien, ¿no? No estamos haciendo nada malo. - Laia intenta disimular y sigue caminando. Siente una verdadera desilusión al oír aquello. Así que intenta fingir que no le importa y suela una falsa carcajada - Además, ¿falsas ilusiones? ¡Ni que yo sintiera algo por ti! 
  Héctor se queda inmóvil ante sus palabras. ¿No siente nada? Que mala intuición, pensaba que sí, incluso de que había alguna esperanza de que algún día volvieran a salir juntos. Esto no puede acabar así. Sin pensárselo dos veces, Héctor avanza hacia Laia, que le saca ya dos o tres metros de ventaja, la gira suavemente, y sin que ella se lo espere, que estampa un gran beso en los labios. 
  



viernes, 20 de julio de 2012

CAPITULO 3.

  Son las doce y media y van en el coche, camino de la playa. Próximo destino: La Pesqueta. Próximo destino: corazón de Héctor. Hector. Vaya, estaba tan entretenida con sus primas en el coche que apenas había pensado en él. Bueno, tal vez un poco, pero solo un poco.
  
Hace algo de calor, están en abril. Cinco personas en el coche, y las maletas en la parte de atrás de este, colocadas perfectamente en formas de tetris.
  Tiene ganas de ver a Héctor. ¡Pero cuánto había esperado este día! Puf...qué nervios. ¿Quién sería esa chica? La verdad es que era mona... rubita, con en pelo largo y rizado, y los ojos de un color oscuro, supone que marrones, aunque no pudo indentificarlo con claridad en aquella foto tan pequeña. Espera que no sea su novia. Podría ser su hermana... no, él no tiene hermanas; pero `podría ser su prima o una amiga. Eso es, seguramente, será solo una amiga. El agudo grito de su prima pequeña le anuncia que pronto lo sabrá.
- ¡Bien! ¡Por fin hemos llegado!
-Vamos sacando las maletas, mamá.
Carmen asiente con la cabeza mientras baja del coche para ayudarlas. No se fía nada de Laura, es un rabo de lagartija; seguro que tira todas las maletas al suelo intentando sacar la suya.
-¿Quieres que te ayude, Laura? - Le pregunta su hermana Julia, al ver que no puede con la maleta que permanece más arriba.
-¡No! Yo puedo sola.
En ese mismo momento, Carmen, ve como lo que había considerado hace unos minutos se convierte más bien en una predicción. Laura ha tirado de su mochila de Bob Esponja, que se encontraba bajo cuatro maletas, de las cuales, tres, han caído al suelo.
-Sí, ya veo como puedes tú sola. Y ahora, ¿me dejas que te ayude?
-Ha sido sin querer... No, esta vez no las tiraré.
-¿Y yo?, ¿me dejas que te ayude yo?
  Esa voz... ¡Héctor!. Laia se gira y efectivamente, ahí está. Intenta disimular su entusiasmo, pero apenas puede.
-Héctor, hola, ¿qué... tal estás?
   ¡Vaya! se le entrecortan las palabras. Mejor callar. Pero ¡no puede ser! Está ahí, por fin está ahí.
-¡Ah, hola, Laia! No te había visto. Estoy bien, gracias, ¿y tú?, ¿qué tal te va todo?
-Muy bien, aquí... como cada año.
  ¡Pero qué estúpida! ¿Como cada año? Él ya lo sabe. Lo mejor será que lo vea luego en La Pesqueta, ahora está muy nerviosa. Además, ha dejado a sus padres y su prima mayor solos sacando todo el equipaje del maletero. 
-Bueno, Héctor, tengo que ayudar a sacar todo ésto, - dice señalando las maletas - así que ya nos vemos luego, ¿no?
  El chico entiende la invitación de Laia a marcharse, y tras despedirse de da la vuelta. Pero no, no puede irse así; aunque tiene novia, tenía muchísimas ganas de ver a Laia... Claro que eso ella no lo sabe. Espera que se lo tome bien, porque le apetece estar con ella. 
  De repente, sin que nadie se lo espere, Héctor se da la vuelta y corre hacia Laia. Esta no se da cuenta de que está ahí, hasta que siente un cálido beso en la mejilla. "Hasta luego", le susurra después al oído. 
  Y así, como si nada hubiera pasado, Héctor se dirige hacia el bar de sus padres con una sonrisa dibujada en la cara.
  
  Laia está como petrificada. Le ha encantado ese beso. Pero justo entonces se acuerda de Arturo. Siente que le está siendo "infiel", aunque pensándolo bien, no están saliendo, ni nada de eso, por lo que puede hacer lo que quiera. ¡El mensaje! Ahora lo recuerda, le dijo que quería hablar con ella. "Voy a responderle", piensa para si misma.
  Se acerca al coche y saca del bolsillo lateral de su mochila azul el movil. Empieza a escribir la respuesta que, sin que ella lo sepa, Arturo lleva casi dos horas esperando. "¿Importante? Me tienes intrigada. Ahora no puedo hablar, así que te llamo esta noche. YO también te quiero, besitos." Vuelve a leer el mensaje que le envió él por la mañana. "Te quiero. Besos". Besos, besos. Cómo le gustaría un beso de Arturo. No sería el primero que recibiera, pero sí el que más ilusión le haría ahora mismo... ¿o no? ¿y uno de Héctor? ¿Cómo sería? Bah, qué mas da eso. Seguramente ninguno de los dos la besaría, por mucho que ella quisiera. Siempre tiene muy mala suerte en el amor. Pero eso es tan solo lo que ella cree, pues pronto comprobará que algunas veces todo lo que se ha deseado alguna vez, se te concede de golpe.
 
 


viernes, 13 de julio de 2012

CAPITULO 2.

  Diez  y once minutos de la mañana. Laia apenas ha podido pegar ojo, tantos nervios no son lo mejor para descansar. Se levanta de la cama y se dirige hacia la cocina. Su madre se asombra al verla tan temprano. Está regando las plantas que hay en la ventana, y se gira.

 -Vaya, qué madrugadora, ¿no?
 -Sí, no sé, no tenía más sueño; anoche me acosté pronto.
 -¿No tenías más sueño, o estás nerviosa porque vas a ver a aquel chico del año pasado? Vaya miraditas te echaba...
 -¿Chico? ¿Qué chico? - Laia intenta hacerse la despistada, pero su madre no la cree - No sé de qué me hablas, mamá.
 -Ya... Bueno, desayuna que hemos quedado a las doce para ir a La Pesqueta a comer, y ya sabes que tenemos que recoger a tus primas antes. 

  Laia hace como que coge un paquete de galletas de la despensa, y se sube a su cuarto con una taza en la mano. Su madre le ha preparado una taza de leche con Cola-Cao, sabe que le encanta. 
  Una vez en su habitación, deja la taza sobre su mesita de noche y abre el armario. No tiene ni idea de qué ponerse, pero ahora que lo recuerda, el año anterior llevó una camiseta rosa y unos vaqueros, simplemente. Sí, pues eso hará de nuevo, tampoco se va a complicar la vida; si le tiene que gustar a Héctor, quiere ser ella misma, y por tanto, no quiere ir muy arreglada. 
  Saca del armario una percha con una camiseta de mangas cortas azul turquesa y unos pantalones vaqueros cortos rosa del segundo cajón. Eso será.
  Se va a sentar en su cama, pero justo en ese momento, un pitido la interrumpe; es un SMS. Es de Arturo: "Tenemos que hablar, es importante. Te quiero, Besos." Vaya, había estado tan entretenida pensando en Héctor y en cómo iba a ser este día, que ni siquiera se había acordado de él. ¿Qué querrá decirle? N tiene ni idea. Alomejor se lo ha pensado dos veces, y ya no tiene tan claro eso que le dijo ayer,eso que tanto llevaba esperando y que, ella misma, había dejado olvidado en estas horas, en un segundo plano. Pero bueno, ya lo llamará para saber qué es eso tan importante. Sinceramente, sentía intriga, pero no tanta como habría sentido meses atrás.

En ese mismo momento, en la ciudad de Laia.
  Arturo se está desesperando. No le responde, Laia no le responde. Bueno, tan solo han pasado siete minutos... alomejor ni lo ha visto. Lo mejor será que vaya a su casa a hablar con ella en persona. Sí, eso hará. 
  Sale de su habitación y baja las escaleras. Llega a la segunda planta y vuelve a bajar la siguiente escalera. La verdad es que los padres de Arturo eran bastante ricos, pero al chico no le gustaba que la gente lo supiera, pues pensaba que le trataría de otra manera, con vergüenza, con más respeto, o tal vez, se acercarían a él por conveniencia.
  Su hermana Paula está sentada en la mesa de la cocina, viendo la televisión mientras desayuna una tostada con mermelada, media manzana y un Cola-Cao. Arturo se acuerda de Laia, a ella también le gusta mucho el Cola-Cao. Suspira. Laia. La chica de sus sueños, a la que le confesó sus sentimientos ayer mismo, y que, para su sorpresa, le corresponde. Se siente feliz, pero algo extraño, porque después de ese momento no han vuelto a hablar, y ella no le ha respondido el mensaje. La echa de menos. En ese momento Paula lo ve.
 -¡Arturo! - grita la niña mientras corre hacia él - ¡Hola!
 Él la ha cogido en brazos y después, le ha dado un beso en la mejilla. No puede evitar soltar una carcajada cuando ve a su hermana tan sonriente, y con ese gran bigote de Cola-Cao.
 -Hola, princesa
 -¿De qué te ríes? ¿Tengo mocos en la cara? - dice la pequeña, que sin saberlo ha adaptado esa expresión a su manera. Su hermano mayor no puede evitar soltar una carcajada.
 - ¡Claro que no, pequeña! Anda, ve y límpiate la boca; la tienes manchada de cacao.
 -¡Ah, era eso! Mm... ¿te puedo contar un secreto?
 -¡Por supuesto! Dime, venga... - cuando el chico ve que la pequeña traviesa intenta darle un beso para mancharle la cara, la aleja rápidamente - ¡Hey, eso no es un secreto! 
Ambos ríen y Arturo abraza a su hermana pequeña. ¡Qué ideas tiene! La deja en el  suelo, se despide de ella y le lanza un beso en el aire. Paula salta pare intentar cogerlo, y cuando cree que lo tiene, lo guarda en el bolsillo imaginario de su camiseta de pijama, y sonríe.
  Arturo saca la bicicleta del sótano y sale a toda velocidad sin que sus padres lo vean. La casa de Laia está a diez minutos, pero por lo visto ella no. No hay nadie en su casa. Entonces lo recuerda, ella le dijo que iría a la playa tras acabar el segundo trimestre. Vaya, ahora no sabe hasta cuando no volverá a verla. Espera que sea pronto, menos de una semana, tal vez, o alomejor, todas las vacaciones. Pero no sabe que cuando vuelva a ver a Laia, ésta tendrá noticias para su amigo, y no precisamente buenas, para él.



viernes, 6 de julio de 2012

CAPITULO 1.

Está nerviosa. Había pasado un año... ¡Puff..., pero si parece que fue ayer! Laia da vueltas de arriba para abajo: se sienta en su colchón, se levanta, en la silla, pone los pies en la mesa, los quita... no sabe en que postura ponerse. Es que está tan nerviosa... Mañana va a verlo de nuevo.
Hace un año que no ve a aquel chico, pero lo recuerda perfectamente, y también lo que pasó: llegó, como siempre, a aquel bar de la playa, al que iban a comer como todos los primeros días de vacaciones de Semana Santa, o al menos, desde que ella tiene memoria. Pero había algo nuevo: un chico. Un chaval de unos catorce o quince años, aproximadamente, la misma edad que ella; Héctor. Por lo visto, Héctor era hijo del los dueños del bar al que Laia y su familia iban todos los años a comer, pero fue  la primera vez que ella lo veía. Cuando llegó no se fijó en él, pero pronto y sin darse cuenta, estaba charlando con él, y con otro niño al que también conoció entonces. Éste chico, llamado Ismael, no le pareció tan atractivo, pero aun así creyó que sería un buen compañero para pasar el rato. 

Desde que empezaron a hablar, notaron cierta atracción entre ellos. Laia era entonces bastante más tímida que ahora, y como era de esperar, Héctor era más lanzado y desvergonzado. Éste trataba de entablar una conversación con ella, cuántos años tenía, donde vivía, que tal le habían ido las notas del segundo trimestre... pero Laia no quería. ¿De dónde habría sacado esa confianza?, ¡Pero que chico tan pesado!. ¿Pero por qué le sonreía tanto?, ¿y por qué le respondía ella con el mismo gesto? bueno...la verdad es que no es del todo feo, de hecho es bastante atractivo... ¿Pero qué está diciendo? Uff... está tan nerviosa que no puede evitar responderle de manera arisca y desinteresada, siempre le pasaba eso cuando conocía a personas nuevas.
Se aburrían, y decidieron los tres, hacer algo para pasar el rato. La aventura fue colarse en un garaje cercano al bar. Una vez dentro, se escondieron entre los coches y esperaron a que se cerrase la puerta automática. ¿Pero qué hacía allí con esos chicos?. La luz se apagó tras cerrarse la puerta. Laia no sabía qué hacer, estaba perdiendo el tiempo. "¿Jugamos a algo?", propuso Héctor, que no paraba de observar a Laia. Una indirecta bastante directa, pensó ella. La luz no se enciende, Héctor se le acerca demasiado y ella se pone nerviosa. Afortunadamente, aparece Laura, la prima pequeña de Laia, que pulsando un botón hace que se encienda la luz después de abrirse la puerta. 
La historia acabó ahí. Antes de irse, Laia y los chicos se dieron sus teléfonos móviles, y días después, Héctor pidió salir a Laia, aunque la cosa no fue muy lejos, ya que vivían muy lejos el uno del otro,y no pasaron de SMSs y llamadas. Aun así, se siguieron llevando bien, y quedaron en verse al año siguiente.

Sin darse cuenta, Laia no para de dar golpecitos con la punta del pie derecho en el suelo mientras recuerda aquel día. ¡Dios! Es tardísimo. Es viernes por la noche y todavía no ha pensado lo que va a ponerse mañana, no tiene ni idea, pero sea lo que sea, tiene que estar perfecta. Mañana por fin verá a su querido Héctor de el que tanto se ha acordado, del que no ha sabido nada el todo un año. 

Decidida, enciende su ordenador y teclea la contraseña para entrar en Vinte, una red social entre tantas otras. Entre todos los usuarios, busca a Héctor,al que no tiene agregado como amigo, porque cuando lo conoció, Laia no tenía perfil en Vinte, pero le pidió su nombre de usuario para que Sofía, una amiga suya, lo viera; y desde entonces recuerda perfectamente su nombre y apellido, pero no le ha mandado la petición para ser su amiga porque tiene miedo de que no se acuerde de ella y la rechace. Instantes después de pulsar intro, Laia se lleva una sorpresa... No se lo puede creer. Efectivamente, ha encontrado a Hector, pero al mirar la imagen de su perfil, ve una foto en la que aparece muy sonrientemente al lado de una chica rubia, y bastante guapa por cierto. ¿Será su novia?. No puede más con su intranquilidad, así que se decide por irse a la cama. Se pone el pijama, y no sabe si decepcionada o intrigada, se acuesta, esperando a que el nuevo día le de las respuestas que busca.