viernes, 5 de octubre de 2012

CAPITULO 8.

Diez de la mañana. Laura lleva aproximadamente dos minutos llamando a la puerta de la habitación sin parar. Laia se levanta, se pone una sudadera sobre el pijama y se dirige a abrir a la pequeña insistente. 
 -¡Laia! ¿Es que no me has oído llamar?
 -Mm... no estoy muy segura - dice irónica mientras invita a su prima a pasar a la habitación haciendo un gesto con la cabeza.
 -Pues, es que queda solo media hora para que acabe el desayuno, ¿sabes?, ya no quedará nada del bofét.
 Laia suelta una carcajada y se mete en el baño. Tras cinco minutos sale de él ya vestida, y se acerca a la puerta para cojer la tarjeta-llave del hotel. 
 -Vamos, Laura.
 -¿Al bofét?
 -Sí, vamos al bofét. - dice exagerando esta palabra.

 Una hora después, en la estación de autobuses de la ciudad. 

Arturo ya ha comprado el billete para ir a la playa. Después, tendrá que llamar a Marta para que le explique bien donde está el hotel de Laia, al que van todos los años, porque seguro que ella ha ido con su mejor amiga alguna vez.
Falta media hora para que salga el bus, así que,para hacer tiempo, a Arturo se le ha ocurrido buscarle un detalle a Laia en alguna tienda de la estación. 
Ve dos posibles opciones: un osito de peluche gris y sonriente, del tamaño aproximado de una revista o un cuaderno A4, que sostiene un corazón rojo entre sus manos; y el libro de A tres metros sobre el cielo. Sabe que ella ha visto todas las películas de esa tetralogía en italiano, y la primera y segunda parte en español, pero no tiene los libros. Siempre le decía que quería comprarlos, por que dicen que la historia siempre es más bonita en el libro que en la película, pero que los libros hoy día son muy caros. Se decanta por el oso de peluche, pero piensa que es muy grande para llevarlo en la maleta, por lo que elige otro igual pero de menor tamaño y lo compra junto con el libro. 
Faltan siete minutos para la salida del autbús, así que sale de la estación y va al andén que le corresponde al autobús número doce. Deja su equipaje en el maletero, y sube al autobús con el billete en la mano.

Dos menos cuarto, en la playa La pesqueta.

Se dirigen a el hotel. Han pasado la mañana tomando el sol, jugando a las palas,  leyendo revistas y jugando a las cartas; se lo han pasado realmente bien. 
Laura sigue jugando con una pequeña pelotita verde de goma. Tropieza en un escalón y la bola rueda asta el sofá que está en recepción, y un niño pequeño, de uno o dos años, la coje y se la mete en la boca. La niña corre a rescatar su pelota de las babas de aquel pequeñajo, y su hermana mayor va tras ella.
Laia se queda sola con las dos bolsas de playa. De repente una voz le llama desde la parte principal del jardín del hotel, la que queda frente a ella, que está sentada en un banco al lado de la puerta que da a la recepción. Es Héctor. 

Laia está en su habitación; se está dando una ducha. Ella y Héctor han hablado durante un rato, le ha dicho que quería enseñarle algo en la playa, y han quedado allí dentro de quince minutos. 

En ese mismo momento, en otro lugar de esa misma ciudad.

Arturo acaba de pisar el suelo después de dos horas y media de viaje en autobús.
Dos chicas muy guapas, que iban sentadas en el asiento paralelo, observan un mapa muy detenidamente y con cara de desorientación. Una de ellas se le acerca.
 -Perdona, ¿sabes cuál es la playa de la Pesqueta, o algo así? Es que andamos un poco perdidas.
 -Bueno, la verdad es que yo también, ¿queréis que demos una vuelta por aquí, a ver si encontramos algo? -no lo hace queriendo, pero a medida que va terminando sus frases se da cuenta de que eso ha sonado un poco insinuante.
 -Claro, vamos.
Los chicos se ponen en marcha. Una de las nuevas compañeras de Arturo, sin que él lo vea, le hace un gesto a su amiga con la mano, primero le señala a él, luego se apunta con el dedo a si misma, y después saca la lengua.
Llegan a la playa, a unos diez metros, ven un bar con unas letras en el toldo; se llama igual que la playa que están buscando, así que deciden asentarse allí.
Sacan sus toalla, las estiran en la arena, y se sientan allí, a comenzar una conversación que a lo largo de la tarde, será más importante de lo que ellos piensan, y dará qué pensar a algunas personas importantes para nuestros jóvenes amigos.


8 comentarios:

  1. no puedo creerlo Arturo es simplemente divino *_* yo solo espero q ahora no se encuentre a laia con hector :P

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  2. Holaa,gracias por pasarte por mi blog!! Esta historia esta muy biéen,aunque tengo curiosidad por saber como es la otra que me dijiste! Un besito http://lachicadelosdomingos.blogspot.com.es/

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    1. Pues la otra trataría sobre un chaval que se enamora con la jovencísima novia de su famoso padre,
      sigue leyendome:)

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  3. holaa
    pues a mi me gusta tu historia yo la seguria leyendo :) pero bueno solo tu sabes si quieres continuarla o no ,a mi me gustaria que si la terminaras , la otra tambien parece interesante , asi que la que quieras continuar por mi esta bien.
    cuidate linda nos leemos :)

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. Es bueno ver que has actualizado, me gusta mucho esta historia, y espero leerte pronto nuevamente.
    Me gustaría verte un día de estos por mi blog :D
    En fin, precioso capitulo.
    Nos leemos, un abrazo!

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  6. me gusta mucho tu historia pero no me agrada que nos dejes a los lectores inconclusos con la historia ya que no volviste a escribir ya hace 2 meses pero va muy bien la historia la has hecho interesante y adictiva...

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  7. Wooow, me leí todos tus capítulos en un sólo día!! Realmente me gusta mucho tu historia, continúala, si? :)
    Un abrazo!!

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